martes, 16 de febrero de 2010

El Evangelio de los Otros

No es fácil hablar del Evangelio y tampoco es fácil ligarlo a personas. Es dicotómico este pensamiento, pues es imposible concebir el Evangelio sin personas. El asunto es que hace rato vengo dando vueltas a este idea del "Evangelio de los Otros". Todos en algún momento hemos sido parte de esta concepción que explicaré a continuación.
Cada persona tiene un conjunto de ideas y creencias sobre las cuales construye (o al menos trata) su vida. Creemos en Dios, en el cielo, en el infierno, en Jesús, etc. Nuestra fe se basa en aquello, aún más, esa es nuestra fe. Pero cuando hablamos de la iglesia, llegamos a un punto bastante espinudo. Cada uno de nosotros, considera su iglesia como la mejor. Es inevitable recurrir a las comparaciones cuando nos encontramos con algún amigo o conocido que pertenece a otra iglesia. Nuestro pastor es mejor, nuestro coro es mejor, nuestros mensajes son mejores, incluso nuestras bancas son más cómodas. Creo que esto es algo natural y hasta aquí no debería representar un mayor problema. El verdadero problema se encuentra cuando extrapolamos estas ideas un tanto egoistas y creemos que el "Evangelio" que practicamos en nuestra iglesia es el mejor, haciendo a todos los demás cristianos "los otros".
Nuestra interpretación de la Biblia es la única correcta, condenando a todos los demás como herejes. Nuestra adoración es la única adecuada, regalándo un pasaje de ida al infierno a todos los demás que no lo hacen igual que nosotros. Entonces hay un "verdadero Evangelio", el nuestro; todos los demás están fuera del ámbito de bendición de nuestro Evangelio. Nos hacemos dueños, incluso de Dios. Solo a nosotros nos responde, solo pelea por nosotros y no por "los otros".
Se que he sido exagerado en mi comentario, pero acudo a la exageración para demostrar lo que creo es un gran mal en la iglesia. Ya no es importante el amor, el perdón y la misericordia, sino el ser parte del "correcto Evangelio". Noble aspiración sería esta, si dejáramos de lado el problema real: no hablamos de "Evangelio correcto", sino de formas y tradiciones correctas. Nos creemos dueños de la verdad, olvidando que esta corre por las calles sin necesidad de nosotros.
Que fácil es equivocar el camino. Con cuanta facilidad caemos en la trampa del enemigo de nuestras almas olvidando lo que verdaderamente debemos atender. Nuestro Evangelio es de formas, ritos y tradiciones, mientras que la Biblia me dice que Jesús iba por Galilea predicando y sanando. Cuando vio la multitud hambrienta, tuvo compasión de ellos. Eso es el Evangelio.
Hoy nos escondemos en lo que creemos correcto, dejando de lado al Carpintero de Nazareth que dejó la eternidad para venir a ser igual que nosotros. Ya no nos importan las palabras de vida eterna de Jesús, si para eso tenemos nuestras tradiciones y la voz de nuestros propios profetas, hechos a nuestra medida y conforme a nuestras necesidades.
Lamento vivir este pobre evangelio y no ser parte de los que siguen al Carpintero. Lamento esconderme tras un buen traje, mientras la gente muere en las calles porque no tiene donde dormir. ¿Qué haría Jesús en mi lugar? Si dejó el cielo por venir a rescatarme, no dudo que dejaría la cómoda banca por ir en rescate del que sufre en la calle.
Como dice una de mis canciones favoritas: "Tengo miedo que Él me llame sin tener en mis archivos, algo digno que contar de mi destino..." y continúa: "Si El me llama a Su presencia dime alma que le digo, cuando se que no fue todo haber creído..."
Amigos y hermanos, no dejemos que el tiempo se nos pase pidiendo pan y circo y acudamos tras el llamado del humilde Carpintero de Nazareth que transformó nuestras vidas. Sintamos compasión por el que sufre, así como Jesús tuvo compasión de nosotros.

1 comentarios:

Nacor Henriquez dijo...

Es momento de actuar, es momento de dejar de pensar en formas y ayudar, es momento de dejar nuestras aspiraciones de lado por un momento y pensar en los que necesitan.