martes, 18 de noviembre de 2008

Cristianismo y Política II

Hace rato que pasaron las elecciones municipales en nuestro país. Aún hay candidatos que pelean por votos, al no existir claridad respecto a ellos, pero la elección ya pasó.
Esto me recuerda mis clases de Derecho Político, cuando la política empezó a interesarme (principalmente como ciencia) Recuerdo muy bien aquella clasificación de la política en su faz agonal y su faz arquitectónica. Lo que acabamos de vivir, es la faz agonal, es decir la lucha por alcanzar el poder político; lucha que en nuestro caso particular se tradujo en alcanzar el sillón edilicio y los cupos del concejo municipal. Pero ahora viene lo realmente interesante de la política, la faz arquitectónica: el cómo se gobierna una vez en el poder.
La pregunta que dejé planteada en mi tema anterior dice relación con la postura que debemos tomar como cristianos frente a la política. Dicha postura tendrá distintos matices en cada faz de la actividad política, pero es imposible afirmar que será distinta, pues la política está compuesta por ambas faces o caras.
Muchos cristianos afirman que es imposible que un cristiano participe en política, fundamentándose principalmente en la actividad conducente a alcanzar el poder político, es decir la faz agonal. Centran su afirmación en la serie de "mentiras" de los candidatos a fin de conseguir los votos de los incautos. Cuando llegamos al tema de cristianos en el poder, nos encontramos con la afirmación de que tampoco se puede estar ahí, pues en término muy coloquial "se subirán los humos a la cabeza" Entonces, es mejor no participar de la política.
Otros cristianos, dicen que debemos participar activamente de la política, involucrándonos en cada gestión por alcanzar el poder y mantenerlo. No importa lo que se deba hacer, pues lo importante es "estar ahí", siendo el fin último de la actividad política "recuperar el lugar que por tanto tiempo perdimos" Suena bastante llamativo e incluso lógico, pero si el fin de la actividad política es solamente ese, vaciado de todo contenido valórico y técnico, no tiene ningún sentido.
Mi postura, es otra. Creo que es fundamental alcanzar posiciones políticas y ocupar aquellos lugares que tanto tiempo han estado negados para el mundo cristiano-protestante, pero creo mucho más importante tener una posición clara frente a los temas que rozan la política. No podemos llegar a lugares públicos con el fin de predicar. Para predicar está la plataforma de la iglesia misma. Si queremos llegar a lugares públicos, debemos hacerlo para proponer un camino más alto que es el del evangelio, sin siquiera decir una palabra. Nuestras ideas y hechos mostrarán ese camino, pero para poder mostrarlo, primero debemos conocerlo.
Lo fundamental es comenzar un proceso de reflexión y profundización de nuestras creencias e ideas. Debemos tener claro quienes somos y que queremos. No se trata solo de ayudar a las personas, pues existen otras instancias para hacerlo. No se trata solo de dar un discurso, pues hay muchos y de todas clases. Se trata de mostrar el Reino de Dios con sus valores y principios. Creo firmemente que se puede ser cristiano y político, pues el llamado de Dios es de estar a la cabeza. ¿Cómo defenderemos nuestras creencias en un parlamento en donde la alta mayoría ya no cree en Dios? ¿Qué podemos decir frente a temas tan cruciales para una nación como la legalización del aborto, de los matrimonios homosexuales, de la educación agnóstica? Primero debemos tener claro que pensamos y luego debemos tomar acciones conducentes a manifestar aquello que creemos. Será dificil, como lo fue para los primeros cristianos oponerse a un imperio que los llevaba a los circos para ser comidos por las fieras o quemados. La Biblia muestra un camino más alto: no conformarnos a este siglo, no conformarnos a esta forma de hacer política, de hacer gobierno, de hacer país. Creo con todo mi corazón que tenemos mucho que entregar, pero debemos comenzar ahora. Es tiempo de influir también en la política, pero desde dentro, con nuestras creencias, con nuestros valores, con nuestras ideas, que deben provenir todas de Dios y su corazón.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Cristianismo y Política

Después de mucho tiempo de inactividad en mi blog, vuelvo a escribir algunas líneas. Cuesta darse el tiempo para sentarse frente al computador a compartir pensamientos. No ha sido un tiempo de inactividad general, solo ha sido inactividad bloggera. Tengo varios temas que pretendo subir apenas pueda. Bueno, el motivo de escribir tiene relación con la cercana elección municipal 2008 en mi querido Chile. Esta campaña en particular tiene ribetes polémicos, pues la oposición presenta por primera vez en varios años (en mi opinión) una propuesta frente al desgaste de la Concertación. Se presenta entonces un caldo de cultivo para la confrontación. La Concertación por un lado, trata de justificar lo injustificable y la Alianza por el otro, condena incluso lo incondenable. ¿Existe un verdadero ánimo de crear país, o simplemente un afán enfermizo de conservar el poder o de llegar a él? Hoy el tema nos toca más cerca que antes, pues el evangelio ya no es solo de los barrios marginales, sino que también llega al ámbito político (a veces marginal también, no por su posición económica, sino por sus pobres ideas y principios) Entonces, ¿qué debemos hacer los cristianos? Frente a esta pregunta tenemos al menos tres opciones:
  1. Enajenarnos de todo lo político
  2. Participar activamente, desde dentro de la política
  3. Presentar una postura política más alta de lo que hoy existe
Espero poder llegar a una respuesta a esta interrogante en base a estos 3 postulados, pero no podrá ser ahora porque tengo que viajar a Talca y se me hace tarde. Más tarde continúo.

viernes, 1 de febrero de 2008

Evangelio y conflicto Indígena

Escribo este artículo mientras en el sur de mi querido país se desarrolla un conflicto que lleva décadas en el silencio y que hoy está sonando con un tono apoteósico. Tuve la oportunidad de vivir un poco más al sur que ahora, específicamente en la ciudad de Los Ángeles y en algunas visitas a las obras de construcción de las centrales hidroeléctricas Pangue y Ralco, conocí la realidad del pueblo indígena de esa zona, pehuenches principalmente. Pude ver los verdaderos getos indígenas, negocios para huincas y otros para los pehuenches. Los vi mirar con desconfianza, escondidos bajo una cortina de lluvia que en invierno puede durar semanas. Oí sus conversaciones sin entender una palabra. Entonces era mucho más joven, con menos vivencias y con menos conocimiento de Dios que ahora. No digo que conozca mucho, sino que los años son una buena escuela de parte de Dios que no podemos despreciar. En ese entonces solo era gente rara, distinta a mí, como si fueran de otro planeta o de otro país. Hoy veo las noticias, leo los diarios y me encuentro que esas personas realizan actos vandálicos en protesta por su lucha milenaria. Primero fue contra el inca que se atrevió a pisar suelo chileno, luego con el español y posteriormente con cuanto extranjero cruzara sus límites. A veces me olvido que siendo chilenos, al menos eso dice su certificado de nacimiento, igual que yo, no compartimos la misma cosmovisión y podemos asegurar que somos de naciones diferentes.

Este conflicto está calando muy hondo en el corazón chileno y por supuesto que debe calar hondo en el corazón del pueblo de Dios. A mi entender nos encontramos con un conflicto de forma y de fondo. Trataré de dar mi opinión y la perspectiva bíblica de cada una de estas aristas, partiendo por el fondo de la cuestión.

La Biblia nos habla que después de que los hombres intentaran la construcción de la torre de Babel, sus lenguas fueron confundidas por Dios, dando origen a distintas naciones (he simplificado todo el proceso histórico intencionalmente) que poblaron toda la tierra. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define nación como el “conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”[1] El Nuevo Testamento nos habla muchas veces de nación o naciones usando la palabra griega ethnos, refiriéndose no a un país como lo conocemos nosotros, sino a nación según la definición que hemos dado. No es el poder político lo que configura una nación ni lo es su libertad, su sistema económico o sus límites geográficos. Una nación es aquella reunión de personas que tienen valores en común, tradiciones, historia, idioma y en general una cultura similar (entendiendo cultura como la creación humana sobre la naturaleza y las cosas) Bajo este significado podemos situar a la nación mapuche, pehuenche, aymara o rapa nui. Sin lugar a dudas su cultura no es la misma que la nuestra y sería un error imponer la nuestra como superior a la suya. De la misma forma considero que el pueblo cristiano somos una nación que está diseminada por todo el orbe. Tenemos una cultura similar, un idioma común (lo que hablamos es locura para el resto de los mortales) y una esperanza que nos unifica. El más grande error que un gobierno puede cometer es no respetar esta diversidad dada por Dios e imponer valores ajenos y extraños a la cultura de una nación. Debemos reconocer la plurinacionalidad que tiene el pueblo chileno. Si a esto sumamos la nacionalidad de los inmigrantes, encontraremos que Chile es un abanico de naciones. Quiero aclarar inmediatamente un punto, antes de seguir con estas líneas. Nuestro ordenamiento jurídico establece que “la ley es obligatoria para todos los habitantes de la República, incluso los extranjeros”[2] Por tanto, aunque nuestros valores sean distintos, en lo medular debemos someternos al ordenamiento jurídico nacional y respetarlo.

Pues bien, Jesús en sus últimas palabras antes de ascender al cielo dio una orden para todos sus seguidores, incluyéndonos a los actuales: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”[3] Precisamente la palabra usada es tennos, con lo cual Jesús nos dice que en Chile no solo debemos llevar el evangelio a la nación chilena, sino a la nación mapuche, aymara, etc. Que quiero decir con esto, simplemente que la Biblia reconoce la multiculturalidad, la plurinacionalidad, dando Jesús mismo el énfasis en alcanzar todas las naciones.

Desde mi tribuna como conocedor del ordenamiento jurídico chileno y en base a mis principios bíblicos, considero de vital importancia el reconocimiento constitucional de las diversas etnias (o naciones) que conviven en nuestro país. Este reconocimiento debe incluir el reconocimiento de su cultura y valores y la protección de los mismos, de su idioma y por supuesto de su propiedad. Aquí es donde está el conflicto actual: el tema de la propiedad indígena.

Entre mis conversaciones de joven estudiante del Liceo de Hombres de Los Ángeles, pude escuchar alguna vez como el abuelo de alguien (no recuerdo si era compañero o no) se apropió de una gran cantidad de tierras en la precordillera de la mencionada ciudad. Dichas tierras eran pehuenches, pero esta persona aprovechándose de su superior educación y preparación, realizaba fiestas que duraban días y semanas en donde el alcohol corría como agua. En medio de esas “celebraciones” procedía a conseguir alguna firma o forma de consentimiento de los comensales. Los documentos siempre eran falsos y de esa forma fue adquiriendo terrenos. Otro de los medios usados era la compra a un muy bajo precio, lo que en nuestro ordenamiento está sancionado por medio de la figura de la lesión enorme. Por supuesto que todo esto sucedía en un marco de la más completa impunidad a causa de la protección y compadrazgo con las autoridades locales. Puede ser cierto todo lo anterior o no, pero el hecho es que en el ambiente existe el descontento al ver como los habitantes originales de esas tierras las perdieron a causa de su ignorancia de nuestras leyes y de su buena fe mal utilizada por personas inescrupulosas.

El tema de fondo, como mencione unas líneas más arriba, es el reconocimiento definitivo de los pueblos indígenas como parte del país pero con una cultura distinta que debe ser respetada. Esto puede parecer una contradicción para las ansias evangelizadoras, pero no es así. Dentro de lo que mencionamos como cultura se desarrollan las cosmovisiones, las formas de ver el mundo y relacionarse con él. Las culturas mapuche y pehuenche (son las más cercanas a mi zona, por tanto un poco más conocidas) responden principalmente a una cosmovisión panteísta. El mapuche posee un gran respeto por la tierra, pues considera que esta es divina, lo mismo que el sol, la lluvia y los distintos fenómenos naturales. Esto puede considerarse “normal” pues la mayoría de los pueblos indígenas responden a esta cosmovisión. Aquí entra en juego la cosmovisión cristiana, pues esta debe ser transmitida mostrando resultados. Pareciera que me contradigo, pero no es así y trataré de explicarme mejor. No es contradictorio pedir que se reconozca la cultura de un pueblo aún cuando esta sea contraria a nuestros principios cristianos. Hay una verdad más grande que todas las cosas y es que el hombre es hecho a imagen de Dios. Nuestros errores al ver el mundo son consecuencia del pecado que llevamos en nuestro interior, pero pueden ser transformados por medio de la Verdad del evangelio. Pedimos reconocimiento, en tanto que los mapuches son tan hechos a imagen de Dios como nosotros. El no reconocimiento de su cultura, por equivocada que este, implica un detrimento en su dignidad, en su valor como personas, como imagen del Dios creador. Si queremos verdadera dignidad, partamos por reconocer la imagen de Dios y luego actuemos por medio del evangelio para llevar la Verdad a los corazones. El mapuche necesita a Cristo tanto como el chileno promedio o el extranjero. Somos pecadores inmerecedores de la gracia de Dios.

No es posible que aún exista en nuestro país, que aspira al desarrollo, resabios de colonialismo o exclusionismo. Muchos hombres han muerto para borrar esos calificativos de nuestro diccionario. Pablo nos dice muy claramente que ya no debe haber esclavo ni libre, varón ni mujer; todo esto en la base del reconocimiento de Cristo como Salvador. En esta tarea de llevar el evangelio a los pueblos indígenas es de suma importancia, pero no lo principal el llevar la Biblia en sus idiomas originales. Digo que no es la más importante sin desmerecer el valor incalculable de la Palabra de Dios, sino en el sentido que no es totalmente necesaria la traducción, pues lamentablemente estos pueblos han ido perdiendo sus lenguas originales. La Biblia puede ser una gran solución pedagógica a la hora de recuperar dichas lenguas. Recordemos que los primeros chilenos aprendieron a leer y escribir con una Biblia como silabario.

Ahora vamos a otro punto de esta discusión que es el tema de la forma. Como mencioné, estoy de acuerdo en la reclamación que los mapuches y pehuenches hacen de sus tierras que injustamente perdieron, pero esto no significa que la forma de actuar sea la indicada. Jesús se opuso al imperio romano, pero nunca lo hizo a través de la violencia, sino que al contrario buscó siempre las salidas pacíficas a los conflictos. El mismo dijo que debíamos amar incluso a nuestros enemigos. La violación de la propiedad privada es contra lo que Dios ha establecido para el hombre, por tanto en ningún caso puede ser justificable. Si bien es cierto el fondo del asunto es totalmente válido a mi entender, la forma que está tomando esta reclamación nunca lo será.

¿Qué puede hacer la iglesia al respecto? La iglesia no es un ente político para que busque salidas políticas a este asunto. La iglesia es la portadora de la verdad de Dios y lo que debe hacer es mostrar esa verdad. Debemos mostrar nuestra visión del mundo a los indígenas e impregnarlo de ella, pues ¿de qué sirve tener miles de hectáreas de tierra si no sabemos administrarlas? El cristianismo no es solo un concepto más, sino que es una forma práctica de vivir la vida de acuerdo a lo que Dios desea para el hombre. Por tal razón la tarea de la iglesia es sumamente amplia: debemos conocer la verdad de Dios y atrevernos a cruzar las fronteras para llevar dicha verdad a los que sufren. No olvidemos que tras los encapuchados que queman bosques y maquinarias, hay pecadores que necesitan el perdón de Dios como un día nosotros lo necesitamos. Cumplamos la Gran Comisión y llevemos el evangelio a toda nación, incluyendo las naciones indígenas que conviven con nosotros en este suelo bendecido por Dios, para que pronto se cumpla lo predicho por Juan en el apocalípsis: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribuspueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos”[4] y

Esperamos que entre esa gran multitud podamos encontrar una inmensa cantidad de hermanos mapuches, pehuenches y de cualquier otra etnia de nuestro país.



[1] Real Academia Española © Todos los derechos reservados

[2] Código Civil de la República de Chile, § 3, Artículo 14

[3] Mateo 28.19

[4] Apocalípsis 7.9

miércoles, 30 de enero de 2008

La Teología a las Calles

Existe un tema de una gran importancia para la iglesia, el cuerpo de Cristo. Son muchas las actividades que esta desarrolla día tras día, pero ninguna tan importante y a la vez descuidada. La Biblia nos habla de ella desde el Génesis al Apocalípsis; me refiero al conocimiento de Dios. Esto tiene una doble faz, pues por una parte toda la vida del creyente es de conocimiento de Dios, de acercarnos más y más a El. Pero por otra parte, y es la que interesa a este breve artículo, está el conocimiento de Dios como una actividad consciente, es decir la tarea de conocer más a Dios y más de Dios. Es obvio que una no existe sin la otra, como las caras de una moneda, por tanto es necesario guardar en nuestra memoria esta distinción.

El profeta Oseas nos da palabra de Dios diciendo: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento”[1] Isaías agrega a esto: “El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento”[2]

Sin duda este conocimiento al que los profetas aluden no es un mero conocimiento intelectual, sino que va mucho más allá. El punto es llegar a comprender cual es este conocimiento. Para acercarnos a este concepto es necesario remontarnos al Israel del Antiguo Testamento. La vida religiosa de Israel orbitaba en dos grandes instituciones: el sistema sacrificial dado por Dios y lo relacionado con el Templo, y por otra parte encontramos la Ley. La Ley no era solo un catalogo de preceptos y ordenanzas, era mucho más que eso, era la voluntad de Dios para Israel, el nexo que unía a este débil pueblo con el Dios Todopoderoso. Si la Ley era tan importante para Israel, es lógico que el conocerla fuera de vital importancia. Para esto existía toda una institucionalidad. Los niños debían ser instruidos primeramente en sus hogares a cargo de sus padres, luego debían acudir a la escuela de los rabinos y así seguían con este estudio gran parte de sus vidas. El Nuevo Testamento nos habla de un grupo religioso que dedicaba su vida al estudio de la Ley: los fariseos. De este grupo surge toda la literatura rabínica. En el Antiguo Testamento el conocimiento de Dios estaba reservado principalmente a los sacerdotes y los escribas.

El punto que nos importa es entender por qué este conocimiento que existía en algunas clases o sectores no sirvió al momento de ser examinado por Dios, al punto de decir que el pueblo “no tiene conocimiento”. Como dije anteriormente este conocimiento no es solo un conocimiento intelectual, sino que muestra una disposición del corazón de buscar a Dios y comprender Su voluntad. Me atreveré a plantear una tesis en relación a esto, que si bien es cierto no tengo la seguridad plena de poder afirmarla en el contexto histórico que he mencionado, si creo poder afirmarla en el contexto actual. La falta de conocimiento del pueblo es responsabilidad de quienes poseen dicho conocimiento, al no ponerlo al alcance del común de las personas. Me explico, siempre ha existido un sector a quienes Dios ha iluminado con Su palabra, Su verdad. Lamentablemente este grupo no ha comprendido que Dios se les ha revelado en una mayor profundidad a fin de transmitir dicho conocimiento a quienes no lo tienen. No podemos culpar a Dios por nuestra negligencia, pues El ha provisto de la Revelación para que le conozcamos y ha dado maestros para que guíen, pero ¿qué sucede si los maestros no guían sino que acumulan conocimiento y nada más?

Considero lamentable la situación que vive la Teología en nuestros días. Cuando hablo de Teología hablo del conocimiento sistematizado de Dios, del esfuerzo humano por conocer la fuente del conocimiento, del esfuerzo de la mente finita de conocer lo insondable. ¿Será imposible conocer a Dios como propugnan los agnósticos? Por supuesto que no, aunque en su defensa debemos estar de acuerdo en que es imposible conocer completamente a Dios, más si podemos conocerlo en la medida que El se ha revelado. Dios no es un objeto de estudio para llevar al laboratorio o al escritorio. ¿Podrá el hombre conocer a Su creador como conoce a una hormiga? Aunque esto es imposible debemos ser sinceros al darnos cuenta que Dios ha revelado todo lo que necesitamos saber de El. Pero aún con este conocimiento limitado, el hombre entorpece que la luz de Dios llegue a otros. Ya no buscamos el conocimiento de Dios en la fuente por excelencia, la Biblia, sino que buscamos conocerlo por medio de las opiniones de otros hombres, que pueden estar tan errados como nosotros. No digo que sea malo buscar la opinión de otras personas o de algunos escritores, pues no tengo registro de cuantos libros que hablan de Dios he leído.

La Teología es una ciencia en extinción por causa de los teólogos. Ya no se busca conocer y comprender a Dios para transmitirlo a quienes lo necesitan, sino que buscamos mayor conocimiento para tener un mejor debate o que nuestros artículos sean más ampliamente difundidos y discutidos. La Teología se ha transformado en una ciencia de contradicciones, pues buscamos acumular conocimiento como si pudiésemos contenerlo. Tratamos de guardar al Creador en nuestras mentes y no entregamos nada para que el cuerpo de Cristo sea edificado. No tiene sentido basar la teología en lo que otros autores dicen y olvidarnos de la Biblia, es tan absurdo como querer estudiar historia de Chile con un libro de matemáticas. El pueblo de Dios seguirá pereciendo por falta de conocimiento y la responsabilidad es de quienes han alcanzado dicho conocimiento. ¿Para que sirve hablar de palabras y conceptos que son construcción de otros y ni siquiera entendemos? La Teología debe salir a las calles, donde está el trabajador, donde está la dueña de casa, al pupitre del estudiante secundario y no solo en las universidades. ¡Que falta de sabiduría discutir sobre puntos que no tienen ninguna relevancia, y dejar que la gente se muera sin saber de Dios! El evangelio es tan sencillo como comprender que somos pecadores y merecemos el castigo de Dios, pero que Dios en su inmenso amor proveyó de su propio Hijo para que tomara nuestro lugar y recibiera nuestro castigo. Este Jesús a quien crucificamos resucitó de entre los muertos y hoy está sentado a la diestra de Dios y volverá a buscar a Su iglesia y a juzgar a los vivos y a los muertos. Esto es el evangelio, la buena nueva de que Jesús murió por mí. ¿Para que complicar lo que Dios explicó de forma tan simple? Jesús siendo Dios, la fuente de toda sabiduría y conocimiento tuvo compasión de la gente y explico el Reino de Dios con parábolas tan sencillas como la semilla de mostaza, la moneda perdida o la sal y la luz. ¿Qué hacemos nosotros? Complicamos las cosas y con ello alejamos a los necesitados de Dios. Estamos actuando como los hombres a los que se refiere Pablo en Romanos 1, estamos siendo envanecidos en nuestros razonamientos olvidando la verdad de Dios.

Concluyo afirmando la responsabilidad que tenemos de contribuir a la edificación del cuerpo de Cristo. Si entendemos más, si se nos ha abierto una mayor puerta de conocimiento, es para que otros conozcan a Dios y nosotros le adoremos con mayor intensidad. La Teología no puede estar escondida en algunos pobres libros por ahí, el conocimiento de Dios debe correr por las calles, por las plazas, en las casas, en las aulas del colegio y de la universidad, debemos gritar: ¡La teología a las calles!

___________

1. Oseas 4.6

2. Isaías 1.3

domingo, 6 de enero de 2008

Evangélicos y Nada Más...

Nunca ha sido demasiado difícil escribir, al menos no para mí, pues siempre ha sido mi mejor medio de expresión. El problema es que desde un tiempo a la fecha me cuesta demasiado concentrarme (mucho más de lo normal) especialmente para escribir. Es como si las palabras no brotaran con la misma facilidad de siempre. El problema se agrava aún más cuando mi mente está cargada de pensamientos que solo desean imprimirse en un papel con un poco de tinta. Hay mil cosas que rondan mi mente y frente a ellas me siento tan pequeño y mis problemas parecen solo detalles.
Por mucho tiempo he pensado en la complejidad del cristianismo como sistema valórico, de vida e incluso político. Me asombra ver como los principios cristianos afectan toda la vida del hombre, pues precisamente para eso fueron dados; pero me asombra aún más darme cuenta que nuestras vidas (hablo del cristiano chileno promedio) distan mucho de ser regidas por dichos principios. Entonces inmediatamente salta la primera pregunta ¿Somos verdaderamente cristianos? Me refiero al cristianismo que la Biblia describe como sistema de vida. Me parece muy sorprendente ver como muchos “evangélicos” consideran que el cristianismo no es un estilo de vida, sino un sistema de creencias, generalmente heredado del cual no somos parte activa, sino solo receptiva. Para algunos es un pecado casi mortal el solo pensar en concebir el cristianismo como sistema valórico, pues para que sirven los valores cuando otros tomas las decisiones por mí.
Pablo comprendió muy bien esta realidad cuando escribió a las distintas iglesias. Habló a cada una en particular sabiendo que cada una vivía el evangelio de una manera distinta. Debo hacer un alto en este punto, pues fui considerado hereje por plantear lo descrito (Pablo es más hereje que yo porque él lo escribió, yo solo lo repito) Me han dicho que cómo se me puede ocurrir sostener algo así, si el evangelio es solo uno y es imposible concebirlo en términos particulares. Estoy totalmente de acuerdo en que el Evangelio es un Universal, pero la forma que vivimos el evangelio, es un particular. Cada uno de nosotros ha recibido el evangelio de una manera diferente, cada uno de nosotros es distinto del otro, cada uno de nosotros ha crecido y vivido de un modo distinto, con distintas realidades y distintas vivencias, ¿podemos pedir que todos vivamos el evangelio del mismo modo? ¿Podemos limitar al Creador a una forma preestablecida? Hacerlo sería negar la imagen de Dios en nuestras vidas. Cuando camino por la calle y veo distintas personas, me detengo muchas veces a mirarlas (me dicen continuamente que no lo haga porque es de mala educación – no estoy muy seguro de eso-) el motivo de hacerlo es buscar la imagen que Dios impregnó en ellas. En muchas ocasiones es muy fácil hacerlo, más en otras es más fácil ver la marca de la Caída. El punto es que cada una de esas personas creadas a la imagen de Dios, es distinta y ve la vida de una forma distinta y creer que cada una puede o debe hacer lo que yo hago, es demasiada arrogancia. No sostengo con esto un relativismo, sino que cada uno de nosotros debe buscar, adorar y vivir para Dios, como Él nos hizo y no como algún otro ser humano nos plantea hacerlo.
Aquí tiene un rol fundamental el comprender el cristianismo como un sistema. Los sistemas tienen como fin dar un marco para que distintas personas se amolden a ese marco sin perder su individualidad (al menos así debería ser) El sistema económico neoliberal, por ejemplo, respeta las individualidades pero amolda estas a los parámetros que propugna. El cristianismo busca amoldarnos a un marco muy superior, que es el marco de Dios mismo
[1] pero respetando la imagen de Dios en nuestras vidas.
Creo que la iglesia, ya hablando de una estructura
[2] y no solo de individuos tiene una tarea pendiente específicamente en Chile, nuestro país. En los últimos 30 años hemos tenido un avance significativo dentro de nuestra sociedad. Casi el 20% de los chilenos dice ser evangélico y muchos de estos evangélicos tienen importantes puestos en el diario vivir de nuestra nación. Un avance cuantitativo que no se ve reflejado en un crecimiento cualitativo, sino al contrario en una disminución de este parámetro. El tener más gente en las iglesias no es síntoma de tener más cristianos en cada iglesia. ¿Por qué sucede esto? Sería bastante pretencioso de mi parte querer dar una respuesta a tan compleja pregunta en breves líneas, pero la causa que he tomado en este artículo, tiene relación con la mentalidad de la iglesia, es decir de quienes decimos ser cristianos.
Pablo dice a los romanos: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
[3] Si queremos ser como Cristo, conformarnos a Su imagen, debemos conocer cual es Su voluntad y Pablo nos dice que la forma para conocer la voluntad de Dios es transformarnos mediante la renovación de nuestro entendimiento. Aquí entra en juego un personaje muy singular llamado Tomás de Aquino. Santo Tomás vivió en el siglo XIII d.C. y fue el iniciador del pensamiento escolástico. Quizás el más grande teólogo del catolicismo romano. Su gran obra la Summa Theologiae abarca varios volúmenes y en ella expone su pensamiento tomando como base principalmente a Aristóteles. Santo Tomás comienza con el error que hasta nuestros días se ha mantenido. Separa la vida del hombre en dos grandes pisos: el más alto es el que denomina Gracia y tiene relación con Dios y su naturaleza. Solo este piso merece ser conocido por el hombre, pues lo único que tiene valor es el conocimiento de Dios. Más abajo se encuentra la naturaleza, que tiene relación con el hombre y su vida. Este no merece mayor estudio, pues el hombre ha caído y lo único rescatable de él es su mente por medio de la cual puede tomar relación con la Gracia. Lo que Santo Tomás hace es dividir la vida en varias secciones: separa la vida del hombre de Dios y separa la mente del hombre de sus emociones y su cuerpo. Se nota claramente la influencia aristotélica pues los griegos consideraban que el fin del hombre era liberarse de las pasiones que se encontraban en el cuerpo y las emociones y esto se conseguía por medio del conocimiento, en el caso de Santo Tomás, el conocimiento de lo relacionado con Dios.
La iglesia ha sido impregnada por esta concepción hasta nuestros días. He escuchado muchas veces que todo lo del mundo es contrario a Dios (las artes, la naturaleza, la felicidad, etc) El cristiano es solo un peregrino de paso en esta vida, pues su hogar está más allá del sol. No debemos inmiscuirnos en el curso de este mundo pues no tiene sentido. Sin embargo la Biblia, aunque da luces de lo mencionado, también nos habla del mandato cultural de Dios a Adán en Edén. Jesús nos dice que somos la sal y la luz, pero para ser sal y luz, primero debemos acercarnos a la fuente del sazón y de la luz. Fuimos creados por Dios integralmente, es decir El considera todo nuestro ser cuando nos mira, no solo nuestra mente o nuestras emociones.
La tarea pendiente de la iglesia es crecer cualitativamente, es formar discípulos de Cristo con convicciones, con valores, que realmente vivan el cristianismo e impregnen de sabor y de luminosidad todo su ambiente. El Proverbista nos dice: “Por la bendición de los rectos la ciudad será engrandecida” Esta bendición es la vida del creyente, la forma que Dios quiere que vivamos, la mente que Dios quiere que tengamos. No se trata tan solo de una emoción pasajera, sino de convicciones profundas que transforman las vidas y las ciudades.
Continuando con la historia de Santo Tomás vemos que el legado que nos dejó con su concepción parcializada de la vida es la sociedad en que hoy vivimos. Los filósofos posteriores a él, fueron transformando la concepción original, pero conservando su base. La iglesia católica aún considera que el común de las personas no está preparada para conocer las verdades de Dios en la Biblia y hace depender a sus feligreses de la interpretación que el sacerdote puede dar de las mismas. Los países con un origen católico han crecido económicamente, pero difícilmente podemos hablar de naciones cultas o preparadas. El común de sus ciudadanos solo actúa por costumbre. Por otra parte los reformadores, especialmente calvino habló de cristianismo y cultura, uniendo los dos pisos que Santo Tomás separó. El hombre es imagen de Dios por tanto merece respeto, pero también es un ser caído que merece castigo; con la vista puesta en estas dos realidades es que se construyó la reforma y los países europeos vieron la luz.
Hoy más que nunca la iglesia debe ser el reservorio valórico de la sociedad, pues solo los valores del cristianismo han demostrado ser eficaces y perduraderos en el tiempo. Es nuestra tarea formar cristianos que realmente sean cristianos y no solamente un número más dentro del registro de nuestras congregaciones.
Si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada?

[1] Efesios 4.13
[2] Entendiendo estructura como la suma de individuos
[3] Romanos 12.2