miércoles, 5 de septiembre de 2007

Etica Cristiana y Pecado

Algún tiempo atrás leí un artículo de un connotado teologo nacional que trataba sobre el tema de la ética cristiana. Dicho autor cuestionaba si realmente existe una ética cristiana como creación nueva. Sobre ese punto escribí estas líneas, creyendo firmemente que el cristianismo como sistema filosófico tiene mucho que aportar en el campo de la ética. Sobre si la ética cristiana es algo original, creo que no, pues el cristianismo primitivo estuvo fuertemente influenciado por un choque de dos cosmovisiones: la helénica (en su vertiente platónica) y la judía. Por tanto la ética que llamamos cristiana es influenciada por otras corrientes, incluso otras ciencias. Partiré desde lo más básico hasta poder aplicar a nuestras vidas este tema tan importante. Por supuesto, esto es solo un breve pensamiento de lo que podemos decir sobre la ética y en nada agota todo lo que se debe decir.

¿Qué es la ética?


Podemos definir la ética como el conjunto de normas que orientan nuestras vidas y definen nuestros deberes y obligaciones. La ética es normativa, es absoluta, es lo que la gente “debe hacer”.

Debemos establecer una diferencia entre este concepto de ética y la moral, pues pareciera que siempre están muy asociadas. La moral trata de la bondad o maldad de las acciones humanas, no es el estudio de lo que el hombre “debe hacer”, sino de “lo que hace”.

Es necesario distinguir muy claramente entre ética y moral, pues la confusión de estos conceptos puede llevar rápidamente al error. La moral se va adecuando al momento histórico de cada nación y de cada persona. Lo que en un lugar del mundo es reprochable, en otro perfectamente puede ser aceptado. Un ejemplo de esta situación es la moral que tenían los alemanes bajo el dominio Nazi. La ética había sido tan encubierta por los filósofos del régimen, que el pueblo estaba convencido que el exterminio de las razas inferiores era prácticamente un mandato de Dios. Esas normas no eran éticas, sino morales. El punto de mayor conflicto es que un uso prolongado de este tipo de morales, puede llevar a una confusión permanente del sentido ético verdadero.

Todos los hombres tienen un sentido de lo que es bueno y lo malo en sus corazones, sin importar la cultura donde estén. El problema radica en que ese sentido puede ser corrompido por la “moral del momento”.

Cada uno de nosotros es guiado por estos absolutos morales y eso nos viene directamente de Dios. El autor del libro de Hebreos nos recuerda lo siguiente:

“Pondré mis leyes en la mente de ellos,

Y sobre su corazón las escribiré;”[1]

Este absoluto moral, no es otro que la voluntad de Dios en el hombre; es Dios quien ha dado las reglas de lo bueno y lo malo. Estas normas absolutas dadas por Dios, reflejan quien es El, su carácter y sus deseos. De ahí la importancia de vivir de acuerdo a estas normas.

Nuestra tarea es descubrir a la luz de la Biblia, que es lo que Dios quiere de nosotros, cual es el conjunto ético normativo que tiene para nuestras vidas.

“Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?”[2]

Dios ha establecido su voluntad para el hombre en la Biblia y de ella estudiaremos un concepto que abarca precisamente lo que Dios quiere de nosotros.


El ideal moral cristiano


Dios dio los diez mandamientos a Israel, como la base de toda la Ley. Estos se encuentran en Éxodo 20. Los podemos expresar de la siguiente forma:

  1. No tendrás dioses ajenos[3]
  2. No te harás imagen[4]
  3. Santificarás mi nombre[5]
  4. Santificarás mi día[6]
  5. Honrarás a tu padre y a tu madre[7]
  6. No matarás[8]
  7. No cometerás adulterio[9]
  8. No hurtarás[10]
  9. No mentirás[11]
  10. No codiciarás[12]


Si los estudiamos detalladamente podemos encontrar cierta lógica; los cuatro primeros mandamientos se refieren principalmente a nuestra relación con Dios, mientras que los siguientes seis, se refieren a la relación con nuestro prójimo. A lo largo del Antiguo Testamento y especialmente del Nuevo Testamento, estos dos conceptos se enmarcan en la piedad y la justicia. Estos dos conceptos son lo mismo que vimos anteriormente.
Cuando a Jesús se le preguntó que opinión tenía de la Ley, El resumió toda la Ley en dos mandamientos: Amar a Dios y a nuestro prójimo[13]; piedad y justicia.

El apóstol Pablo llama una y otra vez a las iglesias a vivir en piedad y justicia, pues es lo que agrada a Dios. Nuestras vidas deben ser puestas bajo esta misma mirada, pero a diferencia de las personas del Antiguo Testamento, nosotros tenemos un nuevo prisma que es el amor. No obedecemos a Dios por obligación o por miedo al castigo, sino que lo hacemos por el amor que provoca en nuestros corazones, la conciencia de sabernos pecadores y que aún así El dio su vida por nosotros. En base al mismo sacrificio de Cristo, es que amamos a nuestros semejantes, pues comprendemos que valen lo mismo que nosotros; son tan pecadores como nosotros, pero también fueron mirados con misericordia por parte de Dios igual que nosotros.

Ya que estamos hablando del amor, debemos distinguir qué tipo de amor estamos mencionando.

Como ya sabemos, el Nuevo Testamento fue escrito en griego y para los griegos hay al menos tres palabras que describen el amor, pero en distintas esferas.

La primera es Eros, que se refiere al amor sexual, al amor de pareja. Esta expresión no se utiliza en el Nuevo Testamento.

La segunda es Filos, que denota el amor fraternal, el amor de padre a hijo o entre hermanos.

Por último tenemos ágape, que es la expresión de amor más alta, un amor desinteresado, un amor fraterno, un verdadero amor. Esta es la expresión utilizada en 1ª Corintios 13, donde se nos llama a un camino más alto, que es el amor.

En conclusión, el ideal moral cristiano, es decir la pauta bajo la cual mirar todas nuestras acciones y relaciones, debe ser el amor.

Si hablamos de ética como las normas que nos orientan al bien, necesariamente debemos tener una clara visión de la contraparte, es decir el mal. En la Biblia al hacer el mal se le llama pecado, que es lo que estudiaremos a continuación.

¿Qué es el pecado?

La primera definición de pecado que tomaremos es una que tiene mucha relación con lo que hemos hablado de ética. Si entendemos la ética como conformar nuestra conducta a la Ley de Dios, el pecado es “anomia", es decir inconformidad con la Ley de Dios. En sencillas palabras, podemos decir que bajo esta descripción, pecado es no cumplir los preceptos morales de Dios, que están contenidos en Su Ley[14]. El pecado no es solo el “no cumplir” la Ley, sino que es el rechazo absoluto a la Ley de Dios.

El pecado es el exceso o defecto en cualquier línea; es hacer más de lo que Dios permite o no hacer lo que Dios manda.

El pecado puede concretarse de diversas formas, como acción (hacer algo incorrecto), omisión (no hacer lo que es debido) o pensamiento (el solo pensar en hacer algún mal)

En el Nuevo Testamento, el pecado se define también como “desviarse del curso recto”, algunos autores agregan “errar el blanco”. Sin duda, el pecado es desviarse del camino que Dios ha trazado para que el hombre sea prosperado y esté en comunión con Él.

Origen del pecado

La Biblia dice que Dios creó al hombre y lo creó bueno, pero entre las características que le dio, estaba la libre capacidad de decidir entre dos o mas situaciones. En este estado, antes de la caída descrita en Génesis 3, el hombre estaba en un estado de “posse non peccare”, es decir no podía pecar, no existía esa opción siquiera. Sin embargo a raíz de la caída del hombre, ahora nos encontramos en una posición de “non posse non peccare”, es decir, no podemos dejar de pecar.

Sin duda alguna, el estado del hombre tras la caída es deplorable, por cuanto todas las capacidades que Dios le entregó originalmente, han sido disminuidas y casi anuladas, pero Dios tenía un plan para el hombre.

La Biblia nos dice que los que están en Cristo, nueva criatura son[15], lo que significa que ese estado de “non posse non peccare” es anulado, pues el cristiano puede no pecar. Es más, el verdadero significado del caminar cristiano es precisamente ese, conformar nuestras vidas a la Ley de Dios evitando el pecado.

Cuando hablamos de la Ley de Dios, nos referimos a sus preceptos que son eternos y no a una simple codificación de los mismos. La Ley de Dios es eterna y perfecta, tal como son todos sus caminos.

En este punto del estudio toma importancia recordar las diferencias entre ética y moral, pues a pesar de que Dios ha fijado un código ético que refleja su propio carácter, el hombre no vive de acuerdo a esas reglas.

En estos días, la cosmovisión imperante es el postmodernismo, en que uno de sus principios es la relativización de los valores, es decir, vivir la vida de acuerdo a la moral imperante y no a los principios éticos de Dios que son eternos.

El libro de Jueces nos narra un difícil momento en la historia de Israel:

“En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.”[16]

Aunque este pasaje es antiguo, nos da una muestra de lo que hoy sucede en el mundo, cada uno hace lo que bien le parece ¿La causa de esto? La misma de ese entonces, no hay rey. Frente a esto el cristiano tiene mucho que decir, pues reconoce a Dios como su rey y por tanto se esmera en conformar su vida a los principios de su rey. Podemos agregar aún más, el problema de las naciones que ven vanos sus esfuerzos por surgir, radica en este mismo punto. Salomón, el gran rey de Israel lo dijo:

“Sin profecía el pueblo se desenfrena;

Mas el que guarda la ley es bienaventurado”[17]

¿Qué podemos hacer frente a esta situación en donde los valores bíblicos no tienen cabida en nuestra sociedad? El apóstol Pablo una vez más acude con una respuesta:

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”[18]

En conclusión, la ética cristiana consiste en dos puntos principales:

  1. Vivir justa y piadosamente fundados en el amor

  1. No amoldarnos a este mundo, es decir vivir de acuerdo a los principios de Dios y no a la moral imperante.

[1] Hebreos 8.10

[2] Deuteronomio 10.12,13

[3] Éxodo 20.3

[4] Éxodo 20.4,6

[5] Éxodo 20.7

[6] Éxodo 20.8,11

[7] Éxodo 20.12

[8] Éxodo 20.13

[9] Éxodo 20.14

[10] Éxodo 20.15

[11] Éxodo 20.16

[12] Éxodo 20.17

[13] Mateo 32.37,40

[14] 1ª Juan 3.4

[15] 2ª Corintios 5.17

[16] Jueces 17.6

[17] Proverbios 29.18

[18] Romanos 12.2