miércoles, 17 de febrero de 2010

El Paraíso de la Cobardía

Revisando mi disco duro, encontré este pequeño artículo que escribí en el año 2005. Esto fue mucho antes que existiera Facebook, que existe en español desde el año 2007. Frente a algunos comentarios mal intencionados, he creído pertinente volver a publicarlo, pues tiene relación justamente con el uso de estos medios de comunicación. Tiene algunos ajustes en relación al original, con el fin de actualizarlo a la "era de las redes sociales".

Alguna vez leí o escuché que ciertas culturas creen que el paraíso está hecho conforme a las necesidades de cada persona, o dicho de otra forma, cada uno tendría un paraíso a la medida, tal como un traje. De ser eso realidad, en Internet encontramos el paraíso de una casta muy selecta de nuestra sociedad, los cobardes. No me refiero a todas las personas que usan este medio de comunicación, pues yo mismo lo estoy usando en este momento, sino a un grupo muy especial que describiré a continuación.

Vetustos son aquellos días en que cada mensaje se plasmaba en un papel con nuestra rúbrica y sello. Hoy es mucho más rápido un par de tecleos y cliks y ya nos comunicamos con el otro lado del mundo, lo que en sí es fenomenal. Pero algo muy importante de la comunicación ha quedado fuera de la era digital. Para quienes acostumbran usar Internet, palabras tales como “nickname” y “nombre de perfil" son de uso corriente. Es que ya no es necesario identificarnos por nuestro nombre y apellido verdadero, solo es necesario un sobrenombre o nombre de fantasía y listo. Escondido tras esta identidad inexacta puedo decir lo que se me ocurra en contra de quien quiera, sin que nadie sepa quien soy, y por ende sin hacerme cargo de mis opiniones. Puedo ofender, calumniar, mentir o declararme a un amor lejano… el abanico de posibilidades es demasiado amplio. No puedo desconocer que existen ciertas personas capacitadas para conocer desde donde proviene cada mensaje, al punto que nuestras policías cuentan con brigadas especializadas en tal cometido, pero para el común de los mortales, eso es casi imposible. Más de alguna vez te habrás encontrado con un mensaje en tu buzón de correo electrónico, cuyo remitente es desconocido para ti, y puede que no sea una simple “cadena”, sino que el mensaje sea ofensivo y aún abusivo. Tú mismo puedes crear una dirección de correo electrónico o una cuenta de Facebook con un nombre falso y enviar lo que se te ocurra protegido por las “políticas de privacidad” de las empresas proveedoras de correos gratuitos o pagados. No podemos tomar nuestro teléfono y llamar a “Hotmail” ,“Yahoo” o Facebook para exigir que nos digan a quien corresponde tal o cual correo, pues las políticas de esas empresas lo prohíben. Hasta este momento díganme si no es un verdadero paraíso. Otra forma de usar los privilegios de este paraíso, es a través de los foros , salones de Chat. y programas de mensajería instantanea. En ellos puedo decir que soy rubio, ojos azules y que provengo de un planeta muy lejano de una galaxia olvidada. ¿Increíble no? Lo más increíble es que hay personas que ¡sí dicen estas cosas y otras que sí las creen! Quien sabrá quien soy realmente. Nadie, si yo no lo quiero. Piensa solo un minuto en lo siguiente: enciendes tu computador y apenas arranca, abres tu sesión de Messenger. Aparece una pequeña ventana diciendo si quieres aceptar como uno de tus contactos a una persona que no conoces y que además, usa uno de estos nicknames del estilo jeroglífico (#$h&ç*^+][}faj\ª) Probablemente lo aceptarás y aún más comenzarás a comunicarte con él o ella o lo que sea, sin saber quien es realmente. Para algunos se tratará de algo sumamente entretenido, pero para otros un poco más graves, se tratará de un habitante del paraíso de los cobardes que quiere ser tu amigo.

martes, 16 de febrero de 2010

El Evangelio de los Otros

No es fácil hablar del Evangelio y tampoco es fácil ligarlo a personas. Es dicotómico este pensamiento, pues es imposible concebir el Evangelio sin personas. El asunto es que hace rato vengo dando vueltas a este idea del "Evangelio de los Otros". Todos en algún momento hemos sido parte de esta concepción que explicaré a continuación.
Cada persona tiene un conjunto de ideas y creencias sobre las cuales construye (o al menos trata) su vida. Creemos en Dios, en el cielo, en el infierno, en Jesús, etc. Nuestra fe se basa en aquello, aún más, esa es nuestra fe. Pero cuando hablamos de la iglesia, llegamos a un punto bastante espinudo. Cada uno de nosotros, considera su iglesia como la mejor. Es inevitable recurrir a las comparaciones cuando nos encontramos con algún amigo o conocido que pertenece a otra iglesia. Nuestro pastor es mejor, nuestro coro es mejor, nuestros mensajes son mejores, incluso nuestras bancas son más cómodas. Creo que esto es algo natural y hasta aquí no debería representar un mayor problema. El verdadero problema se encuentra cuando extrapolamos estas ideas un tanto egoistas y creemos que el "Evangelio" que practicamos en nuestra iglesia es el mejor, haciendo a todos los demás cristianos "los otros".
Nuestra interpretación de la Biblia es la única correcta, condenando a todos los demás como herejes. Nuestra adoración es la única adecuada, regalándo un pasaje de ida al infierno a todos los demás que no lo hacen igual que nosotros. Entonces hay un "verdadero Evangelio", el nuestro; todos los demás están fuera del ámbito de bendición de nuestro Evangelio. Nos hacemos dueños, incluso de Dios. Solo a nosotros nos responde, solo pelea por nosotros y no por "los otros".
Se que he sido exagerado en mi comentario, pero acudo a la exageración para demostrar lo que creo es un gran mal en la iglesia. Ya no es importante el amor, el perdón y la misericordia, sino el ser parte del "correcto Evangelio". Noble aspiración sería esta, si dejáramos de lado el problema real: no hablamos de "Evangelio correcto", sino de formas y tradiciones correctas. Nos creemos dueños de la verdad, olvidando que esta corre por las calles sin necesidad de nosotros.
Que fácil es equivocar el camino. Con cuanta facilidad caemos en la trampa del enemigo de nuestras almas olvidando lo que verdaderamente debemos atender. Nuestro Evangelio es de formas, ritos y tradiciones, mientras que la Biblia me dice que Jesús iba por Galilea predicando y sanando. Cuando vio la multitud hambrienta, tuvo compasión de ellos. Eso es el Evangelio.
Hoy nos escondemos en lo que creemos correcto, dejando de lado al Carpintero de Nazareth que dejó la eternidad para venir a ser igual que nosotros. Ya no nos importan las palabras de vida eterna de Jesús, si para eso tenemos nuestras tradiciones y la voz de nuestros propios profetas, hechos a nuestra medida y conforme a nuestras necesidades.
Lamento vivir este pobre evangelio y no ser parte de los que siguen al Carpintero. Lamento esconderme tras un buen traje, mientras la gente muere en las calles porque no tiene donde dormir. ¿Qué haría Jesús en mi lugar? Si dejó el cielo por venir a rescatarme, no dudo que dejaría la cómoda banca por ir en rescate del que sufre en la calle.
Como dice una de mis canciones favoritas: "Tengo miedo que Él me llame sin tener en mis archivos, algo digno que contar de mi destino..." y continúa: "Si El me llama a Su presencia dime alma que le digo, cuando se que no fue todo haber creído..."
Amigos y hermanos, no dejemos que el tiempo se nos pase pidiendo pan y circo y acudamos tras el llamado del humilde Carpintero de Nazareth que transformó nuestras vidas. Sintamos compasión por el que sufre, así como Jesús tuvo compasión de nosotros.

domingo, 14 de febrero de 2010

La Iglesia Frente a la Problemática Social Actual

Hace mucho tiempo que no escribo en mi blog. Increíblemente, muchas cosas han cambiado en el mundo desde entonces. Un afroamericano fue elegido presidente del país más poderoso del mundo (para algunos, aún un país racista) y en la ceremonia de toma de posesión del mando, Rick Warren fue el encargado de pedir al cielo por la gestión que comenzaba. En Chile, las cosas también han cambiado. Después de más de 50 años, un candidato de la derecha chilena llega al poder a través del voto popular. Después de 20 años, la derecha vuelve al gobierno. Los votantes chilenos han escogido una opción tan válida como aquellas que no resultaron electas. No se trata de ser de izquierda o de derecha, sino de mirar más allá del ahora y pensar en el mañana.
Me llama la atención que ya no se hable de izquierdas y derechas, sino de centro-izquierda y centro-derecha. Obviamente el espíritu de la guerra fría se está enfriando al punto de desaparecer, pero no deja de llamar la atención tal giro en las denominaciones. Al parecer no se trata solo de cambiar un nombre, sino que efectivamente existe un cambio ideológico. Ya nadie cree en el libre mercado puro (al menos eso quiero creer) y tampoco existen muchas personas que crean en un comunismo, destructor del mundo, puro. Vivimos en la época de los consensos. Como en todas las cosas siempre existe una postura intermedia, la famosa ecléctica, que suma puntos de todo lo demás para hacerse mejor. Sin duda, Chile ha cambiado y seguirá cambiando.
Como muchos saben, y si no es así ahora lo comento, soy Linarense de toda mi vida (Linares es una hermosa ciudad de la Región del Maule, Chile), pero estas últimas semanas he pasado más tiempo del que desearía en Santiago. He recorrido algunos sectores y sigo viendo lo que la guerra fría, el capitalismo y el hombre ha creado. Un Santiago para mostrar al mundo, lleno de grandes edificios de cristal y con personas que no parecen tener mayores problemas y el Santiago que es mejor esconder en el patio trasero, lleno de delincuencia, de familias que viven con lo mínimo y sin muchas posibilidades a esperar. ¿Qué es lo que estamos haciendo mal?
Con cada cifra que nos muestra el crecimiento de Chile, vemos como se ahonda la desigualdad de oportunidades. No soy tan iluso, como alguna vez fui, para creer en una sociedad en donde todos tengan las mismas oportunidades, pero al menos creo que se puede intentar.
Lamento que las palabras de Patricio Navia en el mail que escribió a Sebastián Piñera se estén haciendo realidad, el nuevo gabinete tiene algo en común y en palabras de Navia es que son todos miembros del "club de amigos de Cachagua". Quiero que se entiendan bien mis palabras. No me siento resentido, como inmediatamente alguno enjuiciará, sino que lamento que en un gabiente (sea cual sea) no existan otros nombres o apellidos que los mismos de siempre. Eso es muestra de que no estamos haciendo bien las cosas. Suena utópico, pero ¿por qué no pensar en un ministro que venga de Cerro Navia, La Pintana o Linares? Será porque la gran mayoría de los habitantes de estas comunas no tienen acceso a postgrados en Harvard o Chicago. Lo cierto es que aún existe una gran brecha entre la política y los ciudadanos. Pensar en optar a un cargo de elección popular, siginifica desembolsar grandes sumas de dinero para propaganda, favores y peinados.
Pero quiero volver al tema que titula este post y no alejarme demasiado de él. La iglesia (me refiero a la iglesia evangélica, pues es la que mejor encaja en mi definición de iglesia, por no decir la única) está tomando un rol un tanto más protagónico en la sociedad chilena del siglo XXI. Hemos pasado, gradualmente, de ser lo último de la sociedad a ser lo penúltimo o antepenúltimo. Observo con estupor como ciertos sectores de la iglesia, hacen alianzas con partidos políticos creyendo que somos importantes para ellos. Sí, somos muy importantes, pues cualquier sector desearía tener cautivos a casi el 20% de la población (de este sector, no sé cuantos realmente votan) Nos vendemos por mucho menos que un plato de lentejas. Transamos nuestros principios, valores y misión por un cargo en el gobierno, creyendo que esa es la forma para influir en la sociedad. Para quienes me han leído anteriormente o me conocen, saben que tengo un gran interés por la participación política activa, pero jamás he creído que la iglesia debe hacer alianza con la política. Es necesario distinguir entre principios y programas. La iglesia sí tiene mucho que decir en cuanto a los principios que deben inspirar una nación o un gobierno, pero no tiene una voz autorizada en lo que respecta a programas políticos, pues no tiene la experiencia y experticia necesaria para hacerlo. Creer lo contrario es una ilusión.
Pero los cuestionamientos siguen en pie. Los problemas, por mucho que se escriba sobre ellos, no se solucionan por arte de magia. Las dudas siguen bombardeando a nuestros concuidadanos ¿y la iglesia qué? Es necesario levantar una voz autorizada, no para ser parte del gobierno o de programas políticos, sino para cumplir el rol dado por Jesús de ser la luz del mundo y la sal de la tierra. La iglesia tiene mucho que decir sobre el aborto, la píldora del día después, la corrupción y la pobreza, pero nadie está diciendo nada. Estamos entretenidos en otras "cosas más espirituales", olvidando nuestra verdadera misión.
Estas líneas no tienen otro objetivo sino despertar mi propia conciencia y la de quienes así lo deseen, para comenzar a decir lo que otros, en nuestro lugar, están diciendo. No puedo permitir que alguien se levante y hable en nombre de la iglesia en Chile, diciendo algo con lo que no estoy de acuerdo o que no he dado mi opinión. Ya es hora de decir las cosas por su nombre a riesgo de ser imprudente o temerario, pero la noche está avanzada y la luz sigue sin encender.

Prometo

Simplemente prometo volver a escribir en mi blog, aunque a nadie le interese lo que escriba.
Espero que esta sea una promesa que pueda cumplir y no se vaya directamente a la papelera de reciclaje de mi computador.