Pero ya que estamos hablando de Pelagio y Arminio es importante saber de que hablaba. Pelagio era un sacerdote Britano que llegó a Roma en torno al año 400 d.C. postulando algunas ideas revolucionarias en torno al pecado original y la salvación del hombre. Pelagio sostenía que entre el pecado original, es decir el pecado de Adán y el hombre actual, no hay ninguna relación, en otras palabras, él sostenía que el hombre no nace con el germen del pecado, sino que este se adquiere por razones del ambiente, la crianza, etc. El punto principal de su doctrina, radica en el libre albedrío, pues para Pelagio era inconcebible que el hombre fuera "manejado" por una soberanía superior a su propia voluntad. La lógica de Pelagio era que el hombre podía y debía ser salvo por sus medios, pues Dios no nos pediría nada que no pudiéramos cumplir por nuestros propios medios. El discurso y las ideas de Pelagio estaban fuertemente influidas por la lógica griega, en donde el hombre era el centro del universo. Como ya mencionamos, las ideas de Pelagio fueron condenadas en el Concilio de Éfeso y combatidas arduamente por Agustín de Hipona.
A mediados del siglo XVI nace Jacobus Arminius, quien postula una crítica a la teología de Juan Calvino. No es sino hasta después de su muerte, específicamente en 1610, que un grupo de sus seguidores redactan 5 puntos en donde definen y defienden su doctrina. Este tratado es conocido como el Remosntrans. Los cinco puntos de este tratado, que resumen la teología de Arminio son los siguientes:
- el decreto divino de la predestinación es condicional, no absoluto;
- la expiación es universal en intención;
- el hombre no puede ejercer una fe salvadora por sí mismo;
- a través de la gracia de Dios es una condición necesaria del esfuerzo humano, no actúa de forma irresistible en el hombre y
- los creyentes son capaces de resistir al pecado, pero no están libres de la posibilidad de perder la gracia divina.
Como se puede apreciar, la teología de Arminio no es otra cosa que la teología de Pelagio un poco moderada. El énfasis no está en lo que Dios puede y hace por el pecador, sino en lo que este hace por sí mismo. Si bien es cierto reconocen que es necesaria la fe en Jesucristo, sostienen que esta fe puede ser lograda por la voluntad del hombre.
Arminio no reconoce la soberanía de Dios, sino que constantemente la cuestiona. Sus doctrinas fueron condenadas por la iglesia en el Sínodo de Dordrecht entre 1618 y 1619, estableciendo la razón escritural a las doctrinas de Calvino que son la continuación de las de Agustín.
Las doctrinas de Arminio, a pesar de ser condenadas por la iglesia de los Países Bajos donde nació, fueron aceptadas principalmente en Inglaterra por Juan Wesley y el movimiento Metodista. Más tarde estas doctrinas serían abrazadas por el Pentecostalismo.
Como podemos notar, el error principal de esta construcción doctrinal radica en la perspectiva, pues si consideramos todo lo anterior desde una perspectiva en donde el hombre es el centro del universo y Dios está a su servicio, por supuesto que estarán bien. Sin embargo si reconocemos la soberanía de Dios, no podemos concebir estas ideas dentro de nuestras creencias.
Lamentablemente las ideas de Pelagio y de Arminio, hacen eco en nuestras iglesias, en donde a pesar de predicarse que el hombre no se puede justificar ante Dios, exigimos que este sea portador de la fe que lo lleve a la salvación. Aún más se considera que el hombre puede perder la salvación como si este la hubiese ganado. Se hacen imposiciones al hombre para que se pueda acercar a Dios y Dios responda sus oraciones. Si lo hace de tal o cual modo tendrá resultado, como si el resultado dependiese de nosotros. Debemos concluir diciendo que lo que Dios pueda hacer por nosotros no depende de lo que hagamos, pues quien tienen siempre la última palabra es nuestro Creador.
[1] Efesios 2.8