domingo, 4 de noviembre de 2007

De Herejías y Herejes

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define herejía como "error en materia de fe, sostenido con pertinacia. Hereje es el que sigue esta línea de error. He estado visitando algunos blogs en donde se habla del tema de las herejías y se menciona algunas o más bien se hacen comentarios sobre quienes las acuñaron. Desde que la iglesia está sobre la tierra ha debido soportar los embates de falsas doctrinas que intentan tergiversar las verdades de la Biblia. En sus primeros siglos de existencia, la iglesia debió soportar el ebionismo, el apolinarismo, el arrianismo y el pelagianismo entre otros. Estas doctrinas en algún punto discordaban con la doctrina oficial de la iglesia, que es la contenida en las Escrituras. Probablemente, de las mencionadas el arrianismo y el pelagianismo son las que mayor daño causaron. Es de notar que el pelagianismo, a pesar de ser condenado en el Concilio de Éfeso (431 d.C.) fue retomado con algunos matices por un sacerdote holandés llamado Jacobo Arminio.

Pero ya que estamos hablando de Pelagio y Arminio es importante saber de que hablaba. Pelagio era un sacerdote Britano que llegó a Roma en torno al año 400 d.C. postulando algunas ideas revolucionarias en torno al pecado original y la salvación del hombre. Pelagio sostenía que entre el pecado original, es decir el pecado de Adán y el hombre actual, no hay ninguna relación, en otras palabras, él sostenía que el hombre no nace con el germen del pecado, sino que este se adquiere por razones del ambiente, la crianza, etc. El punto principal de su doctrina, radica en el libre albedrío, pues para Pelagio era inconcebible que el hombre fuera "manejado" por una soberanía superior a su propia voluntad. La lógica de Pelagio era que el hombre podía y debía ser salvo por sus medios, pues Dios no nos pediría nada que no pudiéramos cumplir por nuestros propios medios. El discurso y las ideas de Pelagio estaban fuertemente influidas por la lógica griega, en donde el hombre era el centro del universo. Como ya mencionamos, las ideas de Pelagio fueron condenadas en el Concilio de Éfeso y combatidas arduamente por Agustín de Hipona.
A mediados del siglo XVI nace Jacobus Arminius, quien postula una crítica a la teología de Juan Calvino. No es sino hasta después de su muerte, específicamente en 1610, que un grupo de sus seguidores redactan 5 puntos en donde definen y defienden su doctrina. Este tratado es conocido como el Remosntrans. Los cinco puntos de este tratado, que resumen la teología de Arminio son los siguientes:

  • el decreto divino de la predestinación es condicional, no absoluto;
  • la expiación es universal en intención;
  • el hombre no puede ejercer una fe salvadora por sí mismo;
  • a través de la gracia de Dios es una condición necesaria del esfuerzo humano, no actúa de forma irresistible en el hombre y
  • los creyentes son capaces de resistir al pecado, pero no están libres de la posibilidad de perder la gracia divina.

Como se puede apreciar, la teología de Arminio no es otra cosa que la teología de Pelagio un poco moderada. El énfasis no está en lo que Dios puede y hace por el pecador, sino en lo que este hace por sí mismo. Si bien es cierto reconocen que es necesaria la fe en Jesucristo, sostienen que esta fe puede ser lograda por la voluntad del hombre. La Biblia nos dice claramente que la fe no proviene de nosotros, sino que es un don de Dios[1]

Arminio no reconoce la soberanía de Dios, sino que constantemente la cuestiona. Sus doctrinas fueron condenadas por la iglesia en el Sínodo de Dordrecht entre 1618 y 1619, estableciendo la razón escritural a las doctrinas de Calvino que son la continuación de las de Agustín.

Las doctrinas de Arminio, a pesar de ser condenadas por la iglesia de los Países Bajos donde nació, fueron aceptadas principalmente en Inglaterra por Juan Wesley y el movimiento Metodista. Más tarde estas doctrinas serían abrazadas por el Pentecostalismo.

Como podemos notar, el error principal de esta construcción doctrinal radica en la perspectiva, pues si consideramos todo lo anterior desde una perspectiva en donde el hombre es el centro del universo y Dios está a su servicio, por supuesto que estarán bien. Sin embargo si reconocemos la soberanía de Dios, no podemos concebir estas ideas dentro de nuestras creencias.

Lamentablemente las ideas de Pelagio y de Arminio, hacen eco en nuestras iglesias, en donde a pesar de predicarse que el hombre no se puede justificar ante Dios, exigimos que este sea portador de la fe que lo lleve a la salvación. Aún más se considera que el hombre puede perder la salvación como si este la hubiese ganado. Se hacen imposiciones al hombre para que se pueda acercar a Dios y Dios responda sus oraciones. Si lo hace de tal o cual modo tendrá resultado, como si el resultado dependiese de nosotros. Debemos concluir diciendo que lo que Dios pueda hacer por nosotros no depende de lo que hagamos, pues quien tienen siempre la última palabra es nuestro Creador.


[1] Efesios 2.8

sábado, 3 de noviembre de 2007

Un poco de Historia de la Iglesia

El 31 de Octubre, se celebró el día de la iglesia evangélica en Chile. Este es un primer paso a lo que será pronto el primer feriado evangélico en nuestro país. Hagamos un poco de historia.
Para poder comprender un poco la historia de la iglesia evangélica en Chile, es necesario ir al siglo XVI específicamente a Wittemberg, a la puerta de la iglesia de Todos los Santos de esa ciudad alemana. El 31 de Octubre de 1517, un monje agustino llamado Martín Lutero clavó en la puerta de esa iglesia, sus 95 tesis en donde desafiaba claramente la autoridad papal para perdonar pecados. Este hecho fue el inicio de la reforma que daría nacimiento a las iglesias protestantes o evangélicas. Poco a poco la reforma alcanzó los demás países de Europa. Ulrico Zwinglio en Suiza, Juan Calvino en Francia y Suiza, Casiodoro de Reina en España y otros más marcaron esta nueva era para la iglesia.
La Reforma tardó varios años en llegar a nuestro país, pues para el siglo XVI, cuando la Biblia era traducida al idioma de cada país donde la reforma llegaba, en nuestro país recién se fundaban las primeras ciudades. En esa época se llamo a la naciente iglesia: “protestantes”, pues precisamente protestaban en contra de la omnipotencia de la iglesia católica y su desprecio por la verdad de Dios.

La presencia evangélica en Chile se ha mostrado desde los albores de nuestra patria independiente. Uno de los primeros registros que encontramos de la participación de un protestante en la historia de nuestro país, data de 1811. Bajo el gobierno de José Miguel Carrera, se encargó la confección de los primeros emblemas nacionales: una bandera y un escudo al señor Robert Poinsett, delegado del gobierno americano en nuestro país. Este ciudadano norteamericano era protestante y en el escudo nacional puso la frase “Post Tenebras Lux”, después de las tinieblas la luz. No era solo una frase independentista, sino una clara alusión al cambio que realiza Cristo en la vida del creyente.
Bernardo O’higgins introdujo varias reformas en su gobierno y una de las más importantes fue en el área de la educación. Diego Thomson fue el primer misionero evangélico que entró al país oficialmente en 1821. Fue el encargado de la creación de escuelas populares utilizando el sistema lancasteriano con la Biblia como silabario. Más tarde llegan oleadas de inmigrantes a Chile, siendo muchos de ellos protestantes. Hacia fines del siglo XIX aparece en la escena nacional el Reverendo David Trumbull. Hombre elocuente y de fuertes convicciones, predicaba que el evangelio no solo puede transformar vidas, sino también sociedades enteras e incluso las nacientes repúblicas sudamericanas. Amigo personal del presidente Balmaceda, fue impulsor de grandes reformas legislativas que se concretarían en los años siguientes: La Ley de Matrimonio Civil, la creación del Registro Civil y la de los cementerios laicos. También fue impulsor de la educación laica.
Uno de los protestantes más conocidos en Chile es Juan Canut de Bon. Sacerdote español que llega a nuestro país a mediados del siglo XIX, se convierte al encontrar un Nuevo Testamento en una estación de trenes. Desde ese momento se transforma en un promotor de la causa evangélica. Desarrolló su labor ministerial principalmente en La Serena, en donde era respetado por su congregación, pero odiado por la comunidad por introducir herejías en esa ciudad. Un día caminando por la ciudad, no recibió las típicas pedradas o insultos, sino el grito de unos niños que le gritaban “canuto”. Desde ese día se nos llama despectivamente los canutos, incluso el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, dice que canuto es el que profesa la religión protestante en Chile.
Parecen datos anecdóticos, pero cuando vemos como se ha forjado la historia de nuestra iglesia, vemos el rechazo, el maltrato y las injusticias como tenor de cada generación. Hasta la promulgación de la ley de cementerios laicos, nuestros hermanos que morían eran tirados en el cerro Santa Lucía en Santiago y en alguna fosa clandestina o incluso al mar en las demás ciudades. Aún hoy existe allí un monumento erigido por don Benjamín Vicuña Mackena que dice: “A la Memoria de los expatriados del cielo y la tierra que en este sitio yacieron sepultados durante medio siglo” Nuestros hermanos en Valparaíso y otras ciudades, no recibían aplausos cuando salían a predicar a las calles, sino los desechos de los baños de cada casa. Pedradas, atropellos de caballos, escupitajos e insultos fueron el camino que nuestros antepasados transitaron para que hoy pudiéramos adorar a Cristo libremente.
El desafío de la iglesia del siglo XXI es grande: seguir proclamando el nombre de Cristo sobre la base de lo que nuestros hermanos con tanto sufrimiento forjaron. Cristo debe llegar a todos los rincones de nuestro querido país, no solo como un mensaje más, sino como el poder capaz de transformar las vidas de los hombres y dar esperanza de un mañana próspero. La única forma de que nuestras ciudades y país lleguen al desarrollo, es siguiendo los principios del cristianismo, pues podemos afirmar que Chile es lo que es gracias a la labor incansable de muchos hombres del ayer. Seguimos caminando hacia el cielo con la confianza de que Chile será para Cristo.

Proverbios 11.11 nos recuerda que “por la bendición de los justos la ciudad será engrandecida”